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martes, 5 de julio de 2016

MAESTRO; COEDIFICADOR DE LA OBRA DE DIOS

Homenaje al maestro en su día

Jesús Agreda Ramírez
Coordinador ODEC – Trujillo

En la edificación de los hombres y mujeres, el maestro hace equipo con Dios; pues tiene el privilegio de ser su coedificador
Allí donde se realiza una gran obra de infraestructura (una hidroeléctrica, un gran canal de irrigación, un gran puente, una  larga carretera o un modernísimo edificio), participan  una serie de profesionales que desde sus distintas especialidades contribuyen  a la edificación de dicha obra; por eso son convocados los  ingenieros, arquitectos, topógrafos, técnicos de diversa índole, economistas, administradores, personal  para múltiples servicios, personal médico, etc. etc. La obra se diseña y para eso están los  arquitectos, topógrafos, economistas y otros técnicos de habilidades afines a la planificación; la obra se ejecuta y en esta ejecución intervienen los obreros de diversas áreas u ocupaciones que son dirigidos por los ingenieros en coordinación con los administradores y/o jefes quienes gerencian la obra en sus distintas etapas; en esta ejecución, la vida del personal que edifica la obra requiere alimento, descanso, esparcimiento y cuidados de la salud; para esto concurren otro grupo de personas que satisfacen dichas necesidades. Cada etapa tiene su tiempo y sus especiales cuidados con la respectiva  intervención de los profesionales  o técnicos que correspondan. Solo con este engranaje en pleno funcionamiento, la gran obra va erigiéndose en un espacio de este nuestro suelo y bajo nuestro cielo. Una vez terminada la gran obra, llega el momento de  la inauguración y para eso, hay que darle los últimos acabados y los detalles del embellecimiento porque a dicha feliz etapa asisten autoridades del más alto nivel. Hay celebración y júbilo por la obra ejecutada. La sociedad y sus gobernantes ahora podrán recibir los beneficios de dicha obra que, una vez puesta en marcha, también necesitará del continuo mantenimiento y vigilancia permanente.

Ahora bien, junto a  las grandes obras de infraestructura, existen ‘megaobras’ que son las que construyen a las primeras. Estas ‘megaobras’ son los hombres y mujeres que cada día son edificados en procesos y escenarios que por su cotidianeidad pasan desapercibidos o poco apreciados. La edificación de un hombre y una mujer que son  las obras más trascendentales del universo en un proceso llamado educación, requiere también de la concurrencia de múltiples y diversos equipos de especialistas que actúan en un proceso que empieza en las familias y luego se profundiza en las escuelas de educación básica y las de educación superior. Sin embargo, y por eso destacable, es que en el caso del proceso de edificación del ser humano, el profesor, docente o maestro, carga con toda las especialidades: él es el arquitecto al procurar el diseño del plan de vida, él es el ingeniero cuando explora y le hace evidente al estudiante su capacidad de ingenio, él es técnico cuando proporciona las estrategias para lograr capacidades, él es el administrador y economista al procurar la organización y eficaz aprovechamiento de los materiales  y el tiempo del horario escolar y personal, él es el personal de limpieza cuando corrige los defectos y exabruptos que afloran en la vida del estudiante, él es el personal médico cuándo alivia dolores leves y hasta los más intensos en la vida del estudiante; en fin, él es el maestro.

La nobleza de la tarea docente

Aunque la palabra maestro, sea equiparable solo con la figura de Jesucristo, y por tanto, quizá  inalcanzable para nuestra vida de los comunes y mortales profesores, lo cierto es que  todos los 6 de julio de cada año se celebra el día del maestro, que como sabemos, se escogió para conmemorar la fundación de la primera Escuela normal de varones  realizada por el Libertador José de San Martín, el  6 de julio de 1822. Más o menos dignos, la fecha nos permite reflexionar sobre la importancia  de una de las más nobles tareas que asume un ser humano; es decir, la tarea de ser maestro. Esta calidad de nobleza, también ha sido resaltada por el  general Simón Bolívar que el respecto dijo: “El objeto más noble que puede ocupar el hombre es ilustrar a sus semejantes.

La integridad, requisito para la docencia.
La alta responsabilidad de ser Maestro(a) exige dotes especiales
 de alma y corazón; asimismo de una preparación diligentísima

En la construcción de las ‘megaobras’, es decir, la formación  de los niños y jóvenes, la participación de los maestros es  fundamental; si acaso, imprescindible. Y tal  participación tiene que ser cualificada por la trascendencia de dicha obra en construcción; esta cualificación se sostiene, primero,  en la calidad de la persona y, luego,  en la calidad profesional. En este sentido, calza bien las palabras del  filósofo Rudolf Steiner que al referirse al accionar del docente, señala Lo primero que influye es la personalidad del educador; lo segundo, su manera de obrar; solo en tercer lugar, lo que dice”. Jesús de Nazaret es el ejemplo más cabal de integridad; pues no solo dijo, sino que obró en correspondencia a eso que dijo. En palabras más sencillas, un primer  aspecto del rol docente, es ser ejemplo.

Nuestra legislación referida a la docencia también destaca este aspecto imprescindible en la tarea edificadora, pues en el Art. 3 de la Ley de reforma magisterial,  se señala que La profesión docente se ejerce en nombre de la sociedad, para el desarrollo de la persona y en el marco del compromiso ético y ciudadano de formar integralmente al educando. (…) Esta ética exige del profesor idoneidad profesional, comportamiento moral y compromiso personal con el aprendizaje de cada alumno”. La Ley General de educación (Nro. 28044) prevé también este requisito al señalar en el  Art. 56 que “… Por la naturaleza de su función, la permanencia en la carrera pública docente exige al profesor idoneidad profesional, probada solvencia moral y salud física y mental que no ponga en riesgo la integridad de los estudiantes”.

Para el magisterio de la iglesia este aspecto de la integralidad, también es central; así en Declaración del Concilio Vaticano II, Gravissimum Educationis , refiriéndose a la función docente, se señala “Esta vocación requiere dotes especiales de alma y de corazón, una preparación diligentísima y una facilidad constante para renovarse y adaptarse” (Gravissimun Educaionis 5, pàrrafo2). Con las expresiones, “dotes especiales del alma y corazón” enfatiza el lado de la necesaria formación espiritual que deben tener los docentes.

Reto de la labor docente

Pero para un ser humano que por naturaleza es imperfecto, lograr  la integridad en su vida, puede ser todo un reto que quizá no pueda afrontarlo solo; eh aquí la perspectiva de formación espiritual para el docente que, por supuesto, no  puede estar  distanciada de la formación académica.

El docente católico

El docente católico es un profesional que además de  la formación académica, tiene el baluarte de la formación espiritual y la perspectiva del apostolado. En sus momentos de debilidad acude a la oración, para su perseverancia tiene como modelo a Jesucristo y como fuente de apoyo cuenta con el magisterio de la Iglesia. En este sentido, la  Declaración del Concilio Vaticano II, Gravissimum Educationis,  les hace recordar a los maestros  “… que de ellos depende, sobre todo, el que la escuela católica pueda llevar a efecto sus propósitos y sus principios.  Además les invoca a procurar una formación académica  que no tiene por qué estar separada de la ciencia y la tecnología: “Esfuércense con exquisita diligencia en conseguir la ciencia profana y religiosa avalada por los títulos convenientes y procuren prepararse debidamente en el arte de educar conforme a los descubrimientos del tiempo que va evolucionando”. Además les invoca a ser promotores de los buenos climas institucionales “Unidos entre sí y con los alumnos por la caridad, y llenos del espíritu apostólico, den testimonio, tanto con su vida como con su doctrina, del único Maestro Cristo”.

El docente católico, no solo circunscribe su labor al ámbito estricto de su institución educativa, sino que va más allá de ella. Hace más de 50 años que la Iglesia  señala esta condición de la tarea docente y por eso, a modo de invocación  dice: “Colaboren, sobre todo, con los padres; (…) procuren estimular la actividad personal de los alumnos, y terminados los estudios, sigan atendiéndolos con sus consejos, con su amistad e incluso con la institución de asociaciones especiales, llenas de espíritu eclesial”. Como se aprecia, la labor de docente católico alcanza al ámbito familiar de sus estudiantes y establece vínculos amicales y organizacionales hacia fines comunitarios. Por eso es frecuente encontrar a docentes católicos integrando asociaciones o grupos de bien social en los que involucran a sus estudiantes como estrategia de formación personal y espiritual. De ahí que el Sagrado Concilio declara que la función de estos maestros es verdadero apostolado, muy conveniente y necesario también en nuestros tiempos, constituyendo a la vez un verdadero servicio prestado a la sociedad. Eh aquí el sentido de la trascendencia de la labor docente.

Los maestros católicos de Trujillo

Los maestros católicos de la Arquidiócesis de Trujillo representan la acción educativa de la Iglesia. Esta acción es notoria y se realiza en sintonía a los principios evangélicos y los postulados del Magisterio de la Iglesia. Las 50 instituciones educativas de acción conjunta Estado –Iglesia que son regidas por la Oficia de Educación Católica (ODEC-T), despliegan su labor bajo el espíritu del apostolado y en prioridad a los sectores más vulnerables por la pobreza y la falta de servicios educativos de calidad.

El trabajo silencioso de los docentes y directivos católicos convence a los padres de familia debido al servicio responsable que la Iglesia les brinda. A nivel arquidiocesano, la acción educativa católica está presente en el 35.9 % de instituciones de educación básica de los niveles de primaria y secundaria; es decir que de las seis mil (6,050) instituciones educativas de la región La Libertad, en casi tres mil (2,917) están presentes, de modo oficial, los agentes de la educación católica, debido a área de educación religiosa; además de la acción religiosa de los docentes de educación inicial. Estos docentes que se convierten en agentes pastorales de primer orden en relación a la comunicación directa con el estudiante, se convierten en todo un  ‘ejército’ de más de cuatro mil agentes (4,119) que llegan a  casi  trecientos mil (291,323) estudiantes de primaria y secundaria que representa el  87.8 % del total de alumnos de la región, es decir, 347 534 (según datos de ESCALE-MINEDU).

Sin embargo la  labor educativa de la iglesia no solo se circunscribe a la formación religiosa desde el área curricular de religión, sino que esta se traduce en proyectos de índole social en las zonas que así lo ameritan; en estas zonas, la necesidad educativa es considerable por eso que la Iglesia ofrece servicios educativo desde las instituciones educativas  privadas y las de acción conjunta. Estas últimas ya han alcanzado la cifra 50; en este medio centenar de instituciones educativas que son cofinanciadas con el Estado, se imparte  la ciencia profana  iluminada por la fe.

Por tanto, los maestros católicos liberteños, fieles a su vocación del apostolado están cumpliendo con dedicación  y responsabilidad la tarea edificadora de la obra magistral de Dios; y lo están haciendo desde las instituciones educativas públicas, desde las instituciones educativas católicas privadas y desde las instituciones educativas de acción conjunta Estado-Iglesia. Que la generosa bendición del altísimo sea propicia para la buena salud de cada uno de los maestros y que la intercesión de María, la madre de Jesús, fortalezca la vida  y cuide la idoneidad de cada maestro.


Feliz día del maestro.

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