Homenaje al maestro en su día
Jesús Agreda Ramírez
Coordinador ODEC – Trujillo
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En la edificación de los hombres y mujeres, el maestro hace
equipo con Dios; pues tiene el privilegio de ser su coedificador
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Allí donde se realiza una gran obra de infraestructura (una
hidroeléctrica, un gran canal de irrigación, un gran puente, una larga
carretera o un modernísimo edificio), participan una serie de
profesionales que desde sus distintas especialidades contribuyen a la
edificación de dicha obra; por eso son convocados los ingenieros,
arquitectos, topógrafos, técnicos de diversa índole, economistas,
administradores, personal para múltiples servicios, personal médico, etc.
etc. La obra se diseña y para eso están los arquitectos, topógrafos,
economistas y otros técnicos de habilidades afines a la planificación; la obra
se ejecuta y en esta ejecución intervienen los obreros de diversas áreas u
ocupaciones que son dirigidos por los ingenieros en coordinación con los
administradores y/o jefes quienes gerencian la obra en sus distintas etapas; en
esta ejecución, la vida del personal que edifica la obra requiere alimento,
descanso, esparcimiento y cuidados de la salud; para esto concurren otro grupo
de personas que satisfacen dichas necesidades. Cada etapa tiene su tiempo y sus
especiales cuidados con la respectiva intervención de los
profesionales o técnicos que correspondan. Solo con este engranaje en
pleno funcionamiento, la gran obra va erigiéndose en un espacio de este nuestro
suelo y bajo nuestro cielo. Una vez terminada la gran obra, llega el momento
de la inauguración y para eso, hay que darle los últimos acabados y los
detalles del embellecimiento porque a dicha feliz etapa asisten autoridades del
más alto nivel. Hay celebración y júbilo por la obra ejecutada. La sociedad y
sus gobernantes ahora podrán recibir los beneficios de dicha obra que, una vez
puesta en marcha, también necesitará del continuo mantenimiento y vigilancia
permanente.
Ahora bien, junto a las grandes obras de infraestructura, existen
‘megaobras’ que son las que construyen a las primeras. Estas ‘megaobras’ son
los hombres y mujeres que cada día son edificados en procesos y escenarios que
por su cotidianeidad pasan desapercibidos o poco apreciados. La edificación de
un hombre y una mujer que son las obras más trascendentales del universo
en un proceso llamado educación, requiere también de la concurrencia de
múltiples y diversos equipos de especialistas que actúan en un proceso que
empieza en las familias y luego se profundiza en las escuelas de educación
básica y las de educación superior. Sin embargo, y por eso destacable, es que
en el caso del proceso de edificación del ser humano, el profesor,
docente o maestro, carga con toda las especialidades: él es el arquitecto
al procurar el diseño del plan de vida, él es el ingeniero cuando explora y le
hace evidente al estudiante su capacidad de ingenio, él es técnico cuando
proporciona las estrategias para lograr capacidades, él es el administrador y
economista al procurar la organización y eficaz aprovechamiento de los
materiales y el tiempo del horario escolar y personal, él es el personal
de limpieza cuando corrige los defectos y exabruptos que afloran en la vida del
estudiante, él es el personal médico cuándo alivia dolores leves y hasta los
más intensos en la vida del estudiante; en fin, él es el maestro.
La nobleza de la tarea docente
Aunque la palabra maestro, sea equiparable solo con la figura de
Jesucristo, y por tanto, quizá inalcanzable para nuestra vida de los
comunes y mortales profesores, lo cierto es que todos los 6 de julio de
cada año se celebra el día del maestro, que como sabemos, se escogió para
conmemorar la fundación de la primera Escuela normal de varones
realizada por el Libertador José
de San Martín, el 6 de julio de 1822. Más o menos dignos,
la fecha nos permite reflexionar sobre la importancia de una de las más
nobles tareas que asume un ser humano; es decir, la tarea de ser maestro. Esta
calidad de nobleza, también ha sido resaltada por el general Simón
Bolívar que el respecto dijo: “El objeto más noble que puede ocupar el
hombre es ilustrar a sus semejantes.
La integridad,
requisito para la docencia.
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La alta responsabilidad de ser Maestro(a) exige dotes especiales
de alma
y corazón; asimismo de una preparación
diligentísima
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En la construcción de las
‘megaobras’, es decir, la formación de los niños y jóvenes, la
participación de los maestros es fundamental; si acaso, imprescindible. Y
tal participación tiene que ser cualificada por la trascendencia de dicha
obra en construcción; esta cualificación se sostiene, primero, en la
calidad de la persona y, luego, en la calidad profesional. En este
sentido, calza bien las palabras del filósofo Rudolf Steiner que al
referirse al accionar del docente, señala “Lo primero que
influye es la personalidad del educador; lo segundo, su manera de obrar; solo
en tercer lugar, lo que dice”. Jesús de Nazaret es el ejemplo más
cabal de integridad; pues no solo dijo, sino que obró en correspondencia a eso
que dijo. En palabras más sencillas, un primer aspecto del rol docente,
es ser ejemplo.
Nuestra legislación referida a
la docencia también destaca este aspecto imprescindible en la tarea
edificadora, pues en el Art. 3 de la Ley de reforma magisterial, se
señala que “La profesión docente se ejerce en nombre de la
sociedad, para el desarrollo de la persona y en el marco del compromiso ético y
ciudadano de formar integralmente al educando. (…) Esta ética exige del
profesor idoneidad profesional, comportamiento moral y compromiso personal con
el aprendizaje de cada alumno”. La Ley General de educación (Nro.
28044) prevé también este requisito al señalar en el Art. 56 que “… Por
la naturaleza de su función, la permanencia en la carrera pública docente exige
al profesor idoneidad profesional, probada solvencia moral y salud física y
mental que no ponga en riesgo la integridad de los estudiantes”.
Para el magisterio de la iglesia este
aspecto de la integralidad, también es central; así en Declaración del Concilio
Vaticano II, Gravissimum Educationis , refiriéndose a la función docente, se
señala “Esta vocación requiere dotes especiales de alma y de corazón,
una preparación diligentísima y una facilidad constante para renovarse y
adaptarse” (Gravissimun Educaionis 5, pàrrafo2). Con las
expresiones, “dotes especiales del alma y corazón” enfatiza el
lado de la necesaria formación espiritual que deben tener los docentes.
Reto
de la labor docente
Pero para un ser humano que por naturaleza es
imperfecto, lograr la integridad en su vida, puede ser todo un reto que
quizá no pueda afrontarlo solo; eh aquí la perspectiva de formación espiritual
para el docente que, por supuesto, no puede estar distanciada de la
formación académica.
El
docente católico
El docente católico es un profesional
que además de la formación académica, tiene el baluarte de la formación
espiritual y la perspectiva del apostolado. En sus momentos de debilidad acude
a la oración, para su perseverancia tiene como modelo a Jesucristo y como
fuente de apoyo cuenta con el magisterio de la Iglesia. En este sentido,
la Declaración del Concilio Vaticano II, Gravissimum Educationis,
les hace recordar a los maestros “… que de ellos depende, sobre
todo, el que la escuela católica pueda llevar a efecto sus propósitos y sus
principios. Además les invoca a procurar una formación
académica que no tiene por qué estar separada de la ciencia y la
tecnología: “Esfuércense con exquisita diligencia en conseguir la
ciencia profana y religiosa avalada por los títulos convenientes y procuren
prepararse debidamente en el arte de educar conforme a los descubrimientos del
tiempo que va evolucionando”. Además les invoca a ser promotores de
los buenos climas institucionales “Unidos entre sí y con los alumnos por la
caridad, y llenos del espíritu apostólico, den testimonio, tanto con su vida
como con su doctrina, del único Maestro Cristo”.
El docente católico, no solo
circunscribe su labor al ámbito estricto de su institución educativa, sino que
va más allá de ella. Hace más de 50 años que la Iglesia señala esta
condición de la tarea docente y por eso, a modo de invocación dice: “Colaboren,
sobre todo, con los padres; (…) procuren estimular la actividad personal de los
alumnos, y terminados los estudios, sigan atendiéndolos con sus consejos, con
su amistad e incluso con la institución de asociaciones especiales, llenas de
espíritu eclesial”. Como se aprecia, la labor de docente católico
alcanza al ámbito familiar de sus estudiantes y establece vínculos amicales y
organizacionales hacia fines comunitarios. Por eso es frecuente encontrar a
docentes católicos integrando asociaciones o grupos de bien social en los que
involucran a sus estudiantes como estrategia de formación personal y
espiritual. De ahí que el Sagrado Concilio declara que la función de
estos maestros es verdadero apostolado, muy conveniente y necesario también en
nuestros tiempos, constituyendo a la vez un verdadero servicio prestado a la
sociedad. Eh aquí el sentido de la trascendencia de la labor docente.
Los
maestros católicos de Trujillo
Los maestros católicos de la Arquidiócesis de
Trujillo representan la acción educativa de la Iglesia. Esta acción es notoria
y se realiza en sintonía a los principios evangélicos y los postulados del
Magisterio de la Iglesia. Las 50 instituciones educativas de acción conjunta
Estado –Iglesia que son regidas por la Oficia de Educación Católica (ODEC-T),
despliegan su labor bajo el espíritu del apostolado y en prioridad a los
sectores más vulnerables por la pobreza y la falta de servicios educativos de
calidad.
El trabajo silencioso de los docentes y directivos católicos convence a
los padres de familia debido al servicio responsable que la
Iglesia les brinda. A nivel arquidiocesano, la acción educativa católica está
presente en el 35.9 % de instituciones de educación básica de los niveles de
primaria y secundaria; es decir que de las seis mil (6,050) instituciones
educativas de la región La Libertad, en casi tres mil (2,917) están presentes,
de modo oficial, los agentes de la educación católica, debido a área de educación
religiosa; además de la acción religiosa de los docentes de
educación inicial. Estos docentes que se convierten en agentes pastorales
de primer orden en relación a la comunicación directa con el estudiante, se
convierten en todo un ‘ejército’ de más de cuatro mil agentes (4,119) que
llegan a casi trecientos mil (291,323) estudiantes de primaria y secundaria
que representa el 87.8 % del total de alumnos de la región, es decir, 347
534 (según datos de ESCALE-MINEDU).
Sin embargo la labor educativa de la iglesia no solo se
circunscribe a la formación religiosa desde el área curricular de religión,
sino que esta se traduce en proyectos de índole social en las zonas que así lo
ameritan; en estas zonas, la necesidad educativa es considerable por eso que la
Iglesia ofrece servicios educativo desde las instituciones educativas
privadas y las de acción conjunta. Estas últimas ya han alcanzado la cifra 50;
en este medio centenar de instituciones educativas que son cofinanciadas con el
Estado, se imparte la ciencia profana iluminada
por la fe.
Por tanto, los maestros católicos liberteños, fieles a su vocación del
apostolado están cumpliendo con dedicación y responsabilidad la tarea
edificadora de la obra magistral de Dios; y lo están haciendo desde las
instituciones educativas públicas, desde las instituciones educativas católicas
privadas y desde las instituciones educativas de acción conjunta
Estado-Iglesia. Que la generosa bendición del altísimo sea propicia para la
buena salud de cada uno de los maestros y que la intercesión de María, la madre
de Jesús, fortalezca la vida y cuide la idoneidad de cada maestro.
Feliz día del maestro.